Proayuda, una historia de esperanza
Decir Hospital de Tepexpan para muchos es totalmente desconocido, para el voluntariado nos trae a la memoria a un hombre, a un doctor que palpando el desamparo, el sufrimiento de la clase humilde, el abandono de estas personas cuando eran lacerados por una enfermedad y tenían que estar de por vida en una camastro, porque no había en México ni lo hay, un lugar de estancia prolongada para ello. Esto motivó al doctor y a su esposa la Sra. Elena Díaz Lombardo a construir un hospital para esos seres que nadie quería o no podían atender debidamente.
Poco tiempo después de haber formado un comité de damas voluntarias, la Sra. Lombardo, dio la bienvenida a las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul, y desde que comenzó a funcionar el hospital, ellas han trabajo en él de forma ininterrumpida, dando ejemplo de amor, entrega y dedicación, quienes a la fecha son las más fervientes colaboradoras de la institución.
A lo largo del tiempo y debido a la lejanía del hospital, ha ido disminuyendo el grupo de personas para visitar a los enfermos, muchos han sido invitados, han llegado, compartido momentos con los enfermos, pero no han regreso una segunda vez. Un día un grupo pequeño de personas visitó el hospital, y al entrar se encontraron con tanta miseria humana que en ese mismo momento se comprometieron a tratar de ayudar a todos y cada uno de los enfermos. El cuadro era tan deprimente ya que había un olor nauseabundo que era causado por la carente limpieza y la falta de personal para tantos enfermos. El estado del hospital era deplorabe, ya que las instalaciones, los muebles e inclusive las mismas personas vivían bajo total abandono y descuido. Los muebles raídos, las calderas en mal estado, los pacientes bañados con agua fría, jergas en lugar de toallas limpias, mangueras en lugar de baños, sillas de ruedas en mal estado y pacientes postrados en camas.
Ante estas condiciones, se llegó a la conclusión de formar una Asociación legalizada e inscrita como Asistencia Privada, para pedir ayuda y captar recursos para esos enfermos, unos anónimos, otros abandonados y los restantes de familias pobres o mezquinas. El 16 de agosto de 1977, se firmó el Acta Constitutiva denominada como “Proayuda, I.A.P.”
Cuando se inauguró el hospital contaba con 600 pacientes, para 1977 eran poco más de 300, actualmente tan solo son 175 los pacientes atendidos en el hospital.
Todo lo que se ha logrado para nuestros pacientes, es gracias al apoyo y esfuerzo del cuerpo de voluntarios, a instituciones a quienes se ha recurrido con proyectos y que han respondido con generosidad.
Los únicos donativos que se tienen de manera más constante, son de parte de grupos voluntarios, quienes les llevan artículos de limpieza y alegría a cada uno de ellos.
Cada año en diciembre, se procura darles a cada uno, un regalo especial: tenis, suéteres, pants, calcetines, chales, entre otros artículos. Así mismo, se les hace una kermes anual, en donde se les da de comer, se hace una tómbola, hay regalos, juegos de esparcimiento, música en vivo y artistas invitados, todo de manera gratuita, además de la entrega de una bolsa con artículos donados.
Se llevan a cabo diferentes misas a lo largo del año. El 15 de septiembre se les festeja con mariachis, el día de reyes se les compra la tradicional rosca y su chocolate.
Para nosotros los voluntarios, los enfermos han llegado a ser nuestros amigos, ya que a lo largo del tiempo, hemos logrado comprender su sufrimiento, no solo físico sino también moral y materia. Les hemos procurado cariño y comprensión, sin embargo, debido al número de enfermos y a las carencias que cada vez son mayores, es más difícil año con año para el personal voluntariado el solventar las necesidades.
No solo son palabras que tratan de contar una historia de toda una vida, si no que es el corazón de cada uno de los voluntarios que han ido dejando en los pacientes que albergan el hospital.